sábado, 23 de febrero de 2013

De cómo Latinoamérica se ha convertido en la única zona libre de gulags estadounidenses dedicados a torturar por todo el planeta





TomDispatch.com

Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández


El mapa nos revela la historia. Para ilustrar un nuevo informe incriminatorio: “Globalizing Torture: CIA Secret Detentions and Extraordinary Rendition” [Globalizando la tortura: las detenciones secretas y las entregas extraordinarias de la CIA], recientemente publicado por el Open Society Institute, el Washington Post introdujo un gráfico asimismo incriminatorio, empapado en rojo, como si de sangre se tratara, mostrando que en los años posteriores al 11-S, la CIA convirtió el mundo entero en un archipiélago de gulags.
Retrocediendo hasta los primeros años del siglo XX, en aquella época se utilizaba un mapa parecido de tonos rojizos para indicar el alcance global del Imperio Británico, donde, según decían, el sol no se ponía nunca. Al parecer, entre el 11-S y el día en que George W. Bush dejó la Casa Blanca, tampoco se puso el sol en las torturas patrocinadas por la CIA.
Del total de 190 países existentes en el planeta, una impactante cifra de 54 participaron de diversas formas en ese sistema estadounidense de tortura cobijada en las prisiones o “sitios negros” de la CIA, permitiendo que su espacio aéreo y sus aeropuertos se utilizaran para vuelos secretos, proporcionando inteligencia, secuestrando a nacionales de otros países o a sus propios ciudadanos y entregándoselos a agentes de EEUU para que a su vez se los “entregaran” a terceros países, como por ejemplo Egipto y Siria. La marca de esa red, escribe Open Society, ha sido la tortura. Su informe documenta los nombres de 136 personas devastadas en lo que se dice es una operación en curso, aunque sus autores dejan claro que la cifra total, implícitamente mucho más alta, “seguirá siendo desconocida” debido al “extraordinario nivel de secretismo del gobierno en relación con las detenciones secretas y las entregas extraordinarias”.
Ninguna región se libra de la mancha. Ni Estados Unidos, sede del mando central global del gulag, ni Europa, ni Oriente Medio, ni África, ni Asia. Ni siquiera la socialdemócrata Escandinavia. Suecia se encargó de facturar al menos a dos personas en dirección a la CIA, que fueron después entregadas a Egipto, donde se las sometió a electroshock, entre otras torturas. Es decir, ninguna región se salva, excepto Latinoamérica.
Lo que resulta más sorprendente en el mapa del Post es que ninguna porción de ese horror de color vino oscuro tiña a Latinoamérica; es decir, ninguno de sus países, de lo que solía llamarse “patio trasero” de Washington, participó en entregas ni dirigió ni apoyó la tortura y abusos a los “sospechosos de terrorismo” de Washington. Ni siquiera Colombia, que durante las últimas dos décadas se aproximó bastante a la noción de cercanos estados clientelistas de EEUU que existían en la zona. Es verdad que una manchita roja debería aparecer sobre Cuba, pero eso sólo serviría para poner de relieve que Teddy Roosevelt se apoderó “a perpetuidad” en 1903 de la bahía de Guantánamo para instalar allí una base de Estados Unidos.
Dos, tres, muchas CIAs
¿Cómo es que Latinoamérica se ha convertido en el territorio libre de este nuevo mundo distópico de sitios negros y vuelos a medianoche, en el Sión de esta matrix militarista (como dirían los fans de las películas de los Wachowskis)? Después de todo, fue en Latinoamérica donde una anterior generación de contrainsurgentes estadounidenses y locales apoyados por los primeros puso en marcha un prototipo de la Guerra Global contra el Terror de Washington del siglo XXI.
Incluso antes de la Revolución Cubana de 1959, antes de que el Che Guevara instara a los revolucionarios a crear “dos, tres, muchos Vietnams”, Washington estaba ya dispuesto a establecer dos, tres, muchas agencias de inteligencia centralizadas en Latinoamérica. Como Michael McClintock muestra en su indispensable libro “Instruments of Statecratf”, de finales de 1954, unos cuantos meses después del infame golpe de la CIA en Guatemala que derrocó a un gobierno democráticamente elegido, el Consejo Nacional de Seguridad recomendó por vez primera reforzar “las fuerzas internas de seguridad de los países amigos”.
En la región, esto significó tres cosas. Primera: que agentes de la CIA y otros funcionarios estadounidenses se pusieran a trabajar en la “profesionalización” de las fuerzas de seguridad de diversos países a nivel individual, como Guatemala, Colombia y Uruguay; es decir, se trataba de convertir los brutales aunque a menudo torpes y corruptos aparatos locales de inteligencia en eficientes y “centralizadas” aunque brutales agencias capaces de recoger información, analizarla y almacenarla. Y más importante aún, se encargaban de coordinar las diferentes ramas de las fuerzas de seguridad de cada país –policía, ejército y escuadrones paramilitares- para que actuaran a partir de esa información, a menudo de formal letal y siempre despiadadamente.
Segunda: EEUU amplió enormemente el mandato de estas agencias mucho más eficientes y eficaces, dejando claro que en su cartera se incluía no sólo la defensa nacional sino el crimen internacional. Tenían que ser la vanguardia de la guerra global por la “libertad” y el reino del terror anticomunista en el hemisferio.
Tercera: nuestros hombres en Montevideo, Santiago, Buenos Aires, Asunción, La Paz, Lima, Quito, San Salvador, la ciudad de Guatemala y Managua tenían que ayudar a sincronizar los trabajos de las fuerzas de seguridad de las diferentes naciones.
El resultado fue el terror de Estado a escala casi continental. En los años setenta y ochenta del siglo XX, la Operación Cóndor del dictador chileno Augusto Pinochet, que reunió a los servicios de inteligencia de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile, fue el más infame de los consorcios del terror trasnacionales de Latinoamérica, llegando a perpetrar masacres hasta en Washington DC, París y Roma. EEUU había ya ayudado con anterioridad a poner en marcha operaciones parecidas en otros lugares del hemisferio Sur, especialmente en Centroamérica durante los años sesenta.
Cuando la Unión Soviética se desmoronó en 1991, cientos de miles de latinoamericanos habían sido torturados, asesinados, estaban desaparecidos o encarcelados sin juicio, gracias sobre todo a las habilidades y apoyos organizativos proporcionados por EEUU. En aquellos momentos, Latinoamérica era el gulag y patio trasero de Washington. Tres de los actuales presidentes de la región –José Mujica, de Uruguay; Dilma Roussef, de Brasil; y Daniel Ortega, de Nicaragua- fueron víctimas de ese reino del terror.
Cuando terminó la Guerra Fría, los grupos por los derechos humanos empezaron la hercúlea tarea de desmantelar la red, profundamente empotrada y de amplitud continental, de operativos de inteligencia, prisiones secretas y técnicas de tortura, sacando de los gobiernos a los ejércitos de toda la región y devolviéndolos a sus cuarteles. En los años de la década de 1990, Washington no sólo no se interpuso en este proceso, sino que en realidad echó una mano en la despolitización de las fuerzas armadas de América Latina. Muchos creían que con la Unión Soviética fuera de juego, Washington podría proyectar ahora su poder en su propio “patio trasero” a través de medios más suaves como acuerdos comerciales internacionales y otras formas de apalancamiento económico. Pero entonces se produjo el 11-S.
¡Cielo Santo!
A finales de noviembre de 2002, precisamente cuando en el resto del mundo iba tomando forma el guión de losprogramas de detenciones secretas y entregas extraordinarias de la CIA, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld voló 8.000 kilómetros hasta Santiago, en Chile, para asistir a una reunión hemisférica de ministros de defensa. “Ni que decir tiene”,dijo no obstante Rumsfeld, “que no habría hecho toda esta distancia si no pensara que la reunión era extremadamente importante”. En efecto, lo era.
Esto tuvo lugar tras la invasión de Afganistán pero antes de la invasión de Iraq y Rumsfeld volaba alto, dejando caer también la frase “11 de septiembre” cada vez que tenía ocasión. Quizá desconocía el significado especial que la fecha tenía en Latinoamérica, pero 29 años antes, en el primer 11-S, un golpe del General Pinochet y su ejército, con el apoyo de la CIA, acabó con la vida del presidente de Chile Salvador Allende, un presidente elegido democráticamente. ¿O acaso sabía en realidad lo que significaba? ¿Qué objetivo perseguía? Después de todo, una nueva lucha global por la libertad, una proclamada Guerra Global contra el Terror, estaba ya en marcha y Rumsfeld había llegado para alistar reclutas.
Allí, en Santiago, en la ciudad a partir de la cual Pinochet había llevado a cabo la Operación Cóndor, Rumsfeld y otros funcionarios del Pentágono intentaron vender lo que ahora denominaban “integración” de “diversas habilidades especializadas a fin de conseguir capacidades regionales más amplias”, una forma insípida de describir el secuestro, la tortura y asesinato que ya habían puesto en marcha en otros lugares. “Los acontecimientos por todo el mundo antes y después del 11-S nos han hecho ver las ventajas”, decía Rumsfeld, “de que las naciones trabajen juntas para enfrentar la amenaza terrorista”.
¡Cielo Santo!”, dijo Rumsfeld a un periodista chileno, “el tipo de amenazas a que nos enfrentamos es global”. Latinoamérica estaba en paz, admitió, pero tenía que hacer una advertencia a sus dirigentes: no deberían dormirse y creer que el continente estaba a salvo de los nubarrones que se concentraban por doquier. Los peligros existen: “antiguas amenazas, como las drogas, el crimen organizado, el tráfico ilegal de armas, la toma de rehenes, la piratería y el blanqueo de dinero; nuevas amenazas, como el delito informático; y otras amenazas, que desconocemos y que pueden aparecer sin previo aviso”.
Esas nuevas amenazas”, añadió de forma inquietante, “deben contrarrestarse con nuevas capacidades”. Gracias al informe de Open Society, podemos captar muy bien qué quería decir exactamente Rumsfeld con lo de las “nuevas capacidades”.
Por ejemplo, pocas semanas antes de la llegada de Rumsfeld a Santiago, EEUU se puso en marcha partir de la información falsa proporcionada por la Real Policía Montada del Canadá y detuvo a Maher Arar, que ostenta doble ciudadanía, siria y canadiense, en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York y después se lo entregó a una “Unidad Especial de Traslado”. Primero le hicieron volar a Jordania, donde le estuvieron golpeando, después a Siria, un país con una zona horaria cinco horas por delante de Chile, donde lo transfirieron a los torturadores locales. El 18 de noviembre, cuando Rumsfeld estaba dando su discurso en Santiago, daban las cinco de la tarde en la celda “estilo tumba” de una prisión siria donde iba pasar el siguiente año sometido a torturas.
Ghairat Baheer fue capturado en Pakistán unas tres semanas antes del viaje a Chile de Rumsfeld, para arrojarle a una prisión controlada por la CIA en Afganistán llamada Salt Pit [Hoyo Salado]. Mientras el secretario de defensa alababa el retorno de Latinoamérica al imperio de la ley tras los oscuros días de la Guerra Fría, pudiera ser que Baheer estuviera siendo sometido a una de sus sesiones de tortura “colgado desnudo durante horas y horas”.
Un mes antes de la visita de Rumsfeld a Santiago, el nacional saudí Abd al Rahim al Nashiri fue transportado a Salt Pit, después de haber pasado “por otro sitio negro en Bangkok, Tailandia, donde fue sometido a simulacros de ahogamiento”. Después le hicieron pasar por Polonia, Marruecos, Guantánamo, Rumanía y de vuelta a Guantánamo, donde permanece ahora. Durante el camino, los interrogadores estadounidenses le sometieron a un “simulacro de ejecución con una taladradora mientras le mantenían desnudo y encapuchado”; también le atormentaron “pegando a su cabeza un revólver semiautomático mientras le mantenían sentado y con grilletes delante de ellos”. Sus interrogadores “le amenazaron también con traer a su madre y abusar sexualmente de ella frente a él”.
De forma similar, un mes antes de la reunión de Santiago, trasladaban en un vuelo al yemení Bashi Nasir Ali Al Marwalah al Campo Rayos-X en Cuba, donde permanece hasta el momento.
Menos de dos semanas después de que Rumsfeld jurara que EEUU y Latinoamérica compartían “valores comunes”, elMullah afgano Habibullah murió “tras los graves malos tratos” a que le sometieron bajo custodia de la CIA en algún lugar denominado “Punto de Recogida de Bagram”. Una investigación militar estadounidense “concluyó que la utilización de posiciones de estrés y privación de sueño, combinada con otros malos tratos… causaron, o contribuyeron de forma directa, a su muerte”.
Dos días después del discurso del secretario de defensa en Santiago, el agente encargado del caso en Salt Pit había desnudado a Gul Rahma y le había dejado encadenado al suelo de hormigón sin mantas. Rahma murió congelado.
Y el informe de Open Society continúa… con más y más casos parecidos.
Territorio Libre
Rumsfeld abandonó Santiago sin haber conseguido compromisos firmes. Algunos de los ejércitos de la región se vieron tentados por las supuestas oportunidades ofrecidas por la visión del Secretario de fusionar la lucha contra el crimen con una campaña ideológica contra el Islam radical, una guerra unificada en la que todo quedaba subordinado al mando estadounidense. Como ha señalado el politólogo Brian Loveman, más o menos en el momento de la visita de Rumsfeld a Santiago, la cúpula del ejército argentino recogía la última serie de planteamientos de Washington, insistiendo en que “había que tratar la defensa de forma integral”, sin falsas divisiones que separasen la seguridad interna de la externa.
Pero la historia no se puso del lado de Rumsfeld. Su viaje a Santiago coincidió con el épico torbellino financiero de Argentina, de los peores que se recuerdan de la historia. Supuso el enorme colapso del modelo económico –considerado como reaganismo a lo bestia- que Washington había estado promoviendo en Latinoamérica desde los últimos años de la Guerra Fría. Pronto llegaría al poder en gran parte del continente una nueva generación de izquierdistas comprometidos con la idea de la soberanía nacional y de limitar la influencia de Washington en la región, con una visión muy distinta a la de sus predecesores.
Hugo Chávez era ya el presidente de Venezuela. Tan sólo un mes antes del viaje de Rumsfeld a Santiago, Luiz Inácio Lula da Silva ganó la presidencia de Brasil. Pocos meses después, a principios de 2003, en Argentina elegían a Néstor Kirchner, quien poco después puso fin a los ejercicios militares conjuntos de su país con EEUU. En los años siguientes, EEUU fue experimentando un revés tras otro. Por ejemplo, en 2008, Ecuador desalojó al ejército estadounidense de la Base Aérea de Manta.
En ese mismo período, la administración Bush corría a invadir Iraq, un acto al que se oponían la mayor parte de los países latinoamericanos y que ayudó a liquidar lo que quedaba de benevolencia estadounidense hacia la región tras el 11-S. Iraq pareció confirmar las peores sospechas de los nuevos dirigentes del continente: que lo que Rumsfeld estaba intentando vender como fuerza internacional “de pacificación” era poco más que el intento de utilizar a los soldados latinoamericanos como gurkas en una unilateral y renovada guerra imperial.
La “cortina de humo” de Brasil
Los cables diplomáticos publicados por WikiLeaks muestran el nivel de rechazo de Brasil ante los esfuerzos de Washington para pintar la región de rojo en su nuevo mapa global de gulags.
Por ejemplo, un cable de mayo de 2005 del Departamento de Estado revela que el gobierno de Lula rechazó “múltiples peticiones” de Washington para que admitiera a los prisioneros liberados de Guantánamo, especialmente un grupo de unos quince uigures que EEUU retenía desde 2002 y que no podía enviar de vuelta a China.
La posición de Brasil respecto a este tema no ha cambiado desde 2003 y no es probable que cambie en el predecible futuro”, decía el cable. Seguía diciendo que el gobierno de Lula consideraba todo el sistema que Washington había levantado en Guantánamo (y por todo el mundo) como una burla del derecho internacional. “Todos los intentos de discutir esta cuestión con las autoridades brasileñas”, concluía el cable, “fueron rotundamente rechazadas o aceptadas de mala gana”.
Además, Brasil se negó a cooperar con los esfuerzos de la administración Bush para crear una versión del Acta Patrióticaen el Hemisferio Occidental. Por ejemplo, se negaron a revisar su código legal de forma que se rebajaran los niveles de pruebas necesarias para demostrar una conspiración, a la vez que trataban de ampliar la definición de lo que una conspiración criminal suponía.
Lula estuvo mareando la perdiz durante años, pero parece que el Departamento de Estado no se daba cuenta de lo que estaba haciendo hasta abril de 2008, cuando uno de sus diplomáticos escribió un memorando tildando de “cortina de humo” el supuesto interés de Brasil en reformar su código legal para ajustarse a los deseos de Washington. El gobierno brasileño, se quejaba en otro de los cables revelados por WikiLeaks, tenía miedo de que una definición más amplia de terrorismo pudiera utilizarse para ir contra los “integrantes de lo que consideran legítimos movimientos sociales en lucha por una sociedad más justa”. Al parecer, no era posible “redactar una legislación antiterrorista que excluyera las acciones” de la base social de izquierdas de Lula.
Un diplomático estadounidense se lamentaba de que esta “mentalidad” –es decir, una mentalidad que respetaba realmente las libertades civiles- “supone serios desafíos a nuestros esfuerzos para reforzar la cooperación en contraterrorismo o promover la aprobación de legislación antiterrorista”. Además, al gobierno brasileño le preocupaba que la legislación fuera a utilizarse contra los árabes-brasileños, de los que hay muchos en el país. Uno puede imaginar que si Brasil y el resto de Latinoamérica se hubieran apuntado para participar en el programa de entregas extraordinarias de Washington, la Open Society habría tenido que añadir a su lista muchos más nombres de resonancias árabes.
Finalmente, cable tras cable, WikiLeaks reveló que Brasil ninguneaba los esfuerzos de Washington para aislar a Hugo Chávez de Venezuela, lo que habría sido un paso necesario si EEUU hubiera arrastrado a Sudamérica hacia su panda contraterrorista.
Por ejemplo, en febrero de 2008, el embajador de EEUU ante Brasil Clifford Sobell se reunión con el Ministro de Defensa de Lula, Nelson Jobim, para quejarse de Chávez. Jobim le dijo a Sobell que Brasil compartía “su preocupación ante la posibilidad de que Venezuela exportara inestabilidad”, Jobim le indicó, en cambio, que su gobierno “apoya la creación de un ‘Consejo de Defensa de Sudamérica’ para integrar a Chávez en la corriente mayoritaria”.
Hay sólo un truco ahí: ¡que el Consejo de Defensa de Sudamérica había sido idea de Chávez! Era parte de sus esfuerzos, en asociación con Lula, para crear instituciones independientes paralelas a las que Washington controlaba. El memorando concluía con el embajador estadounidense señalando lo curioso que era que Brasil utilizara la “idea de Chávez para cooperar en defensa” como parte de una “supuesta estrategia de contención de Chávez”.
Poniéndole la zancadilla a la maquinaria perfecta de la guerra perpetua
Incapaz de poner en marcha su estrategia contraterrorista post-11/S en toda Latinoamérica, la administración Bush tuvo que retroceder. A cambio, intentó construir una “maquinaria perfecta de guerra perpetua” en un corredor que iba desde Colombia a través de Centroamérica hasta México. El proceso de militarización en esa región más limitada, a menudo con el pretexto de combatir “las drogas”, ha ido en todo caso incrementándose durante los años de Obama. Centroamérica ha sido, de hecho, el único lugar donde el SOUTHCOM –el mando del Pentágono que cubre Centroamérica y Sudamérica- puede actuar más o menos a voluntad. Una mirada a ese otro mapa, reunido por el Fellowship of Reconciliation, hace que la región parezca una inmensa pista de aterrizaje de aviones no tripulados y vuelos para contener el narcotráfico.
Washington sigue presionando y sondeando más hacia el sur, intentando establecer de nuevo un bastión militar más fuerte en la región y tendiendo el lazo en lo que ahora es una cruzada menos ideológica y más tecnocrática pero que sigue teniendo aspiraciones globales. Por ejemplo, a los estrategas militares estadounidenses les gustaría muchísimo tener una pista de aterrizaje en la Guyana francesa o en la parte de Brasil que sobresale por el Atlántico. El Pentágono la utilizaría como trampolín para su cada vez mayor presencia en África, para coordinar el trabajo del SOUTHCOM con el último mando global, el AFRICOM.
Pero, por ahora, Sudamérica le ha puesto la zancadilla a la maquinaria. Volviendo a lo del mapa del Washington Post, merece la pena celebrar el simple hecho de que en una parte del mundo, en este siglo al menos, el sol no se levanta nunca sobre la tortura coreografiada por Estados Unidos.
Greg Grandin es un colaborador habitual de TomDispatch y autor de “Fordlandia: The Rise and Fall of Henry Ford’s Lost Jungle City”, finalista del Premio Pulitzer. Próximamente publicará “Empire of Necessity: Slavery, Freedom and Deception in the New World”, en Metropolitan Books.

lunes, 18 de febrero de 2013

Fidel: "Viviremos siempre luchando por la justicia entre los seres humanos"


El líder de la revolución cubana publicó una carta en la que saluda el retorno del presidente venezolano, Hugo Chávez, "al pedazo de la tierra americana que tanto amas". Consideró como "una larga y angustiosa espera" los dos meses que Chávez permaneció internado en Cuba, tras ser operado por el cáncer que padece. "Tú aprendiste mucho de la vida, Hugo, en esos duros días de sufrimientos y sacrificios", destacó Fidel y agradeció por la ayuda brindada por el gobierno venezolano a la isla y a "los numerosos países de las Antillas, Centro y Sudamérica". 
"Me satisface mucho que hayas podido regresar al pedazo de la tierra americana que tanto amas, y al pueblo hermano que tanto te apoya. Fue necesaria una larga y angustiosa espera, tu asombrosa resistencia física y la consagración total de los médicos (...) para obtener ese objetivo", saluda Castro en la misiva, publicada por la Agencia de Información Nacional cubana.
"Tú aprendiste mucho de la vida, Hugo, en esos duros días de sufrimientos y sacrificios (...). Viviremos siempre luchando por la justicia entre los seres humanos sin temor a los años, los meses, los días o las horas, conscientes, humildemente, de que nos tocó vivir en la época más crítica de la historia de nuestra humanidad", añadió.
Castro, de 86 años y retirado del poder desde 2006 por problemas de salud, también agradeció la ayuda brindada a Cuba por Chávez al señalar que "cuando el campo socialista se derrumbó y la URSS se desintegró (en 1991), el imperialismo, con el puñal afilado de su bloqueo se proponía ahogar en sangre a la Revolución Cubana; Venezuela, un país relativamente pequeño de la dividida América, fue capaz de impedirlo".
Además, el líder socialista señaló: "En aras del tiempo no menciono los numerosos países de las Antillas, Centro y Suramérica que Venezuela, además de sus grandes planes económicos y sociales, fue capaz de ayudar. Por ello, todas las personas honestas del mundo han seguido de cerca "la salud y las noticias sobre Chávez".

Chávez, de regreso



El Gobierno pidió evitar las concentraciones frente al Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo, a donde fue trasladado el presidente. En su lugar, llamó a movilizarse a la Plaza Bolívar de cada localidad.

domingo, 17 de febrero de 2013

El acuerdo para tratar de esclarecer el atentado a la AMIA





 Por Luis Bruschtein en Página/12

Al igual que el atentado, las tramas de encubrimiento y complicidad en el caso AMIA nunca fueron develadas. Quizás en esos trasfondos haya más explicaciones a tanta incertidumbre sobre un hecho tan ominoso. Un atentado tremendo, que implicó la adquisición y el acopio de gran cantidad de explosivo, más inteligencia, más infraestructura, lo que implica la participación de numerosas personas, y nadie sabe nada. Y después, la trama del encubrimiento. El ocultamiento o la alteración de pruebas y la forma en que se desperdiciaron los primeros momentos posteriores al atentado también tienen sus propios significados. No fue un atentado más. En el caso AMIA se conjugaron factores ocultos, que se sumaron a la lógica pura del terrorismo. Y si además faltaba algo, con el tiempo, la investigación del atentado quedó en el centro del conflicto más inflamable del planeta.
Con mucho respaldo político, la investigación del fiscal Alberto Nisman se introdujo en esa jungla llena de trampas e intereses, y obtuvo resultados que llevaron a una fuerte controversia del gobierno argentino con el de Irán. Este proceso configuró una política que se fue desarrollando durante los gobiernos kirchneristas y durante varios años, casi desde el principio del gobierno de Néstor Kirchner. Después de los desastres del menemismo, ni los integrantes de la Alianza ni el duhaldismo habían mostrado decisión o interés para meterse en ese embrollo.
Pero la investigación se estancó en 2007. El conflicto con Irán es por la investigación que respaldó este gobierno y no los anteriores. Y lo que importa, en todo caso, no es el conflicto con Irán (que es una consecuencia), sino la investigación del atentado (que es la causa). Tras haber logrado un impulso inicial, la causa quedó bloqueada por varios años. El paso que faltaba era llegar a los sospechosos iraníes.
Es probable que el interrogatorio a los iraníes sospechados por el atentado a la AMIA no vaya a dilucidar la trama que llevó al bombazo, y seguramente lo primero que harán los interrogados será declarar su inocencia. También es lo que han hecho casi en su totalidad los represores argentinos cuando fueron juzgados. Aun así, esos interrogatorios son tan necesarios para el trámite de la causa como los que se realizaron a los acusados de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
Otro conflicto se abrió –ahora con el gobierno derechista israelí–, cuando el gobierno argentino buscó la vía diplomática para desbloquear la causa y poder interrogar a los sospechosos del atentado. El gobierno local quedó así ensanguchado entre el gobierno conservador integrista de Irán y el gobierno conservador integrista de Israel. Irán dice que la voladura de la AMIA fue un autoatentado israelí, e Israel sólo quiere argumentos para su contienda con Irán, con el agravante de que todo el planeta asiste a una escalada cada vez más peligrosa, al borde de una conflagración militar. La Argentina, que está más involucrada en procesos de integración pacífica con países que en décadas pasadas eran vistos como enemigos potenciales, no puede tener ningún interés en algún conflicto bélico aquí ni en ninguna otra parte. En todo caso, su aporte tiene que ser por la paz. Entre la guerra y la paz, la paz no es el “lado” equivocado, como han dicho algunos. Seguramente hay una gran cantidad de iraníes y de israelíes a favor de la paz.
En este contexto, la causa judicial por los atentados en la AMIA, por un lado, y el debate geopolítico, por el otro, tienen que ser debates separados, aunque tengan tantos puntos de contacto. Y van por separado, porque el debate geopolítico debilita la causa judicial. El objetivo es que se esclarezca el atentado y que sus responsables sean castigados por la Justicia. Lo que quieran el gobierno iraní o el de Israel, y hasta incluso la posición que asuma en ese conflicto el gobierno argentino, va por otro carril.
Para desbloquear la causa se necesita interrogar a los sospechosos por el atentado, no por lo que piensan o por el país al que pertenecen sino por lo que están acusados de haber hecho. Se busca a personas que cometieron un delito y no a personas que profesan determinada religión o son ciudadanos de determinado país. Si Irán quiere destruir a Israel, o viceversa, es una discusión importante, pero que no define la causa judicial por el atentado contra la AMIA.
Mantener la causa bloqueada, como sucedería sin el acuerdo con Irán para interrogar a estos sospechosos, la hubiera llevado a un limbo por tiempo indeterminado, una zona que derivaría finalmente en una condena genérica, básicamente política. Habría una condena a Irán que serviría para alimentar el conflicto, pero la causa moriría de inanición.
Se han dicho disparates como que este acuerdo proviene de una negociación impulsada hace más de dos años por Hugo Chávez, a través del presidente sirio, Hafez al Assad, con el gobierno argentino.
Es un escenario desaforado, típico de servicios de inteligencia de otras épocas. Pero es cierto que la Cancillería argentina trató, que la causa judicial por el atentado a la AMIA no terminara en el centro de la disputa que mantienen Estados Unidos e Israel con Irán. Tras presentar año tras año duras acusaciones contra los iraníes en los foros internacionales, el llamado del gobierno argentino a buscar vías diplomáticas para destrabar la causa constituyó también un gesto para diferenciar sus planteos de los cruces por el conflicto global con Irán en una escalada con final tan previsible como desastroso. El gobierno iraní está en una encrucijada de tensión máxima con las grandes potencias occidentales y muy aislado. En ese marco sería equivocado considerar el acuerdo como una alegre e indolora concesión a los reclamos argentinos, porque Irán necesita descomprimir sus relaciones exteriores y la Argentina juega un rol importante en el proceso político latinoamericano. La intención de relacionar a Hugo Chávez con este tema tiene las mismas connotaciones reaccionarias del viejo macartismo que usaba suposiciones y chismografías.
El eje es esencialmente judicial y no geopolítico. Desde la oposición al acuerdo con Irán se plantea que éste constituye un cambio de la estrategia de alianzas geopolíticas. Para los que piensan así, antes de este acuerdo, la Argentina jugaba del lado que busca una salida violenta a los diferendos con Irán. Y, de repente, con el acuerdo por los interrogatorios a los sospechosos del atentado contra la AMIA, el gobierno argentino se habría pasado del otro lado, o sea del bando iraní, junto con Chávez o Hafez al Assad. De tan elemental, esa mirada resulta pueril. Primero porque la Argentina ha mantenido una posición muy clara con respecto a la paz, tanto en relación con conflictos que le afectan directamente, como Malvinas, como con otros más lejanos, como el de Medio Oriente. La Argentina nunca jugó por la guerra contra Irán. Es una equivocación pensar que Néstor Kirchner confrontaba duramente a los iraníes en la ONU para agradar al gobierno de los Estados Unidos. Conociendo su carácter es más probable que fuera al revés, que tratara de utilizar la situación internacional como forma de presión para lograr que el gobierno iraní arrojara algo de luz sobre la causa judicial.
La sugerencia de que el acuerdo con Irán proviene de un supuesto realineamiento internacional se pudo leer entre líneas en todos los discursos contrarios al acuerdo. Las dudas legítimas sobre los alcances que podría tener, aun en las peores circunstancias, fueron todas respondidas sin dejar ninguna duda. En ese aspecto, el debate de seis horas en el Senado fue interesante por las preguntas y por las respuestas. El mismo Luis Moreno Ocampo dijo que se trataba de una “oportunidad con riesgos sobre los que habría que estar atentos”. Es un balance sensato. La insistencia en el rechazo altisonante sugería que la preocupación se centraba en ese supuesto cambio de estrategia.
Y a los que piensan que la Argentina cambió de bando, en realidad no les interesa tanto la causa judicial. No les interesó antes en la medida en que creían que la causa era una mera herramienta para usarla a favor de la guerra. Y ahora están enojados porque si el eje se mantiene en lo judicial, la causa no puede ser usada por los que buscan la guerra. Es decir, no les interesa la causa judicial sino la forma en que ésta tendría que ser usada.
Imagen: Télam

sábado, 16 de febrero de 2013

EL DESEO Y LA REALIDAD DEL MACRISMO

El macrismo busca perfilarse, de la mano de una ideología reaccionaria, como el sector duro dentro del espectro de la oposición. Quiere ser la expresión nueva y joven mientras se asienta en lo más viejo, elitista e injusto de la política conservadora que está dando sus últimos estertores en Europa.
Admirador y socio menor del PP español, actualmente ejemplo del desmonoramiento del neoliberalismo, se jacta de atropellar todas las expresiones populares, culturales, educativas y sociales. Destrucción de la educación y la salud públicas, fútbol para pocos. la tala de árboles añosos y de un paisaje que históricamente nos representa, más allá del impacto ambiental nocivo que produce.
Las rejas son otras de sus obsesiones, que se adueñan del espacio público, transformándolos en cotos exclusivos, como matriz de ese mundo para pocos que quiere construir.
Por eso compañeros, nada es ajeno a nuestra lucha. Lo puntual y lo general, todos aspectos que sumados configuran el proyecto reaccionario del macrismo contra el que hay que luchar, oponiéndonos pero también esclareciendo ante estos nuevos globitos de colores y, fundamentalmente participando activamente ante cada evento, situación o conflicto que se presente.

Frente Kumpas Capital

Asterix en la Galia Argenta -Provincia de Don Twitter-

Asterix en la Galia Argenta -Provincia de Don Twitter-

miércoles, 13 de febrero de 2013

Algo más que impotencia política...

La impotencia política y el cinismo son dos características que definen a la oposición. Basta analizar la falsa preocupación por la "cesión de soberanía" en la que habría incurrido el gobierno con el acuerdo para iniciar conversaciones con Irán. Mas allá de ser una falacia que no resiste un análisis jurídico serio, es llamativo que sectores que siempre jugaron contra el país, se quieran mostrar asustados por tal medida, que por otra parte, es la única seria y transparente en 20 años. Alcanza con recordar cuáles fueron y son sus posiciones con respecto a Malvinas, a la recuperación de la Fragata Libertad, el apoyo vergonzoso a los especuladores de los Fondos buitres, las presiones devaluatorias, la novela del "cepo al dólar", las corridas bancarias, las obscenas relaciones con las embajadas europeas y, obviamente, de EEUU (se acuerdan de las relaciones carnales del menemismo?), tratando de perjudicar la economía argentina y las políticas de estado que están cambiando las relaciones de poder en nuestra patria, la demonización descalificadora de nuestros aliados sudamericanos y tantas otras más. Cabe preguntarnos: ¿es sólo una actitud que responde a su inviabilidad política, como forma de debilitar al gobierno hasta llegar a un golpe blando?. Es obvio que no. Su cipayismo también responde a sus intereses concretos como partícipes directos o aliados de las grandes corporaciones que (y ésto sí los asusta realmente) ven diluirse sus privilegios, su primacía en el control de la economía, del país mismo y de sus habitantes! No permitamos que quieran mostrarse como los adalides de la causa nacional cuando la traicionan cotidianamente; no permitamos más tarjetas amarillas de organismos internacionales corruptos, verdaderos jefes de estos vendepatrias vernáculos. Sigamos adelante con el proyecto nacional y popular conducido por Cristina, con más convencimiento, mas entrega y compromiso militante!

Frente Kumpas Capital

Es posible el "consenso"? El de quién?

La historia analizará detenida y exhaustivamente esta década como una etapa de construcción de un nuevo país. La decisión política de dejar de someterse al poder económico internacional y, para ello, implementar políticas totalmente contrarias a las vigentes en la orgullosa y decadente Europa y en el imperio deshilachado de EEUU. Por lo demás, exitosas. Un país sometido a una crisis inédita, ratón de laboratorio del neoliberalismo, resurge basado en la justicia social, la inclusión, el trabajo, la educación y la vuelta a la idea de los verdaderos próceres: la Patria Grande. Concepto que no es meramente afectivo ni una simple herencia histórica. Tiene que ver con la integración política, económica y cultural de nuestras potencialidades, crónicamente suspendidas por la avidez de los países colonialistas. Claro, esta nueva Argentina genera consecuencias y deja en evidencia quién es quién. Es una época en que las posiciones se han tensado de tal forma que obligó a que se caigan las caretas, que se vean los verdaderos rostros de los que no quieren perder sus privilegios y prefieren asociarse al poder internacional que también nos ataca. Nuestro ejemplo es muy molesto para ellos, el temor al “contagio” es muy grande. Nunca tan evidente la existencia de dos pryectos antagónicos, uno nacional y popular, encarnado en las grandes mayorías sintetizadas por el kirchnerismo y otro, de minorías privilegiadas, de cipayos y antipatrias que no vacilan en asumir como propios los intereses ingleses por Malvinas, los de los Fondos buitres especuladores, la vuelta de la policía apaleadora y otras tantas traiciones: no hay otra manera de calificarlas. Por supuesto, todo ello abundantemente publicitado, ocultado y protegido por los medios hegemónicos, verdaderas voces de la traición. Como ya se dijo: dos proyectos antagónicos, donde el consenso es una trampa, donde no hay posiciones intermedias. Es un momento de definiciones del que no podemos escapar: el proyecto nacional y popular está en nuestras manos!

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El País de España: los medios concentrados

El diario El País, el de mayor tirada de toda España, con una olvidada tradición progresista, es uno de los ejemplos de como se manejan los medios concentrados en gran parte del mundo. Son los comunicadores de las grandes corporaciones económicas que medran dentro del neoliberalismo. Son los formadores de la opinión y modeladores de la ideología que se corresponden con los intereses del poder económico, como forma excluyente de organización social. Cuando aparecen gobiernos que no sólo se niegan a adoptar ese discurso y aplican medidas económicas contracíclicas, en proyectos independientes y soberanos, reaccionan rápidamente y utilizan todos los métodos posibles, de la mano de la mentira, el ocultamiento, la desinformación y operaciones francamente delictivas, actuando articuladamente con las corporaciones económicas, judiciales, políticas y religiosas para impedir su desarrollo y evitar eventuales contagios. El País, junto con los grandes medios del statu-quo, fueron los grandes publicistas del pacto de La Moncloa español presentado como "ejemplo" para el mundo (inclusive para nuestro país). Su núcleo, la alternancia acordada del PSOE-PP muestra su verdadero resultado en la triste realidad española, con un 26% de desocupación y en su esencia no fue otra cosa que generar una enorme transferencia de recursos hacia las elites y, por otro lado, silenciar, dejar en el olvido, los horrendos crímenes del franquismo. El diario El País es sólo un ejemplo de la partipación política de los medios concentrados.

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El rol de la policía

La policía brava de Córdoba, la narcopolicía de Santa Fé, la policía corrupta bonaerense y la reciente aparición de la policía Metropolitana en su papel de represora (cosa que no llama la atención ya que sus creadores están presos y muchos de sus integrantes han sido exonerados de distintas fuerzas de seguridad), nos tiene que poner muy alertas. Recordemos el intento de golpe policial en Ecuador, una situación similar en Bolivia y la reciente insurrección de Gendarmería y Prefectura, apoyada por la policía, como simples ejemplos del protagonismo político que pretenden asumir las fuerzas de seguridad. Si hacemos un poco de historia, recordemos el "navarrazo", que destituyó de la gobernación de Córdoba a Obregón Cano y Atilio López, representantes del peronismo revolucionario. La diferencia es que esa policía coincidía con la política del gobierno central de esa etapa. En el caso específico de Córdoba, el accionar policial coincide con los intereses y aspiraciones presidencialistas del gobernador, el “cablevisionario” De la Sota. Los antecedentes oscuros de su jefe de policía y una sistemática persecución a nuestros compañeros militantes debe generar una rápida respuesta a nivel de las autoridades y, fundamentalmente, de nuestras agrupaciones, en el sentido de crear formas organizativas capaces de defenderse y denunciar esas prácticas policiales y sus eventuales apoyos superestructurales. No dejemos crecer al monstruo!

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Agresiones y descalificaciones

Ante el incremento de las agresiones y descalificaciones que propone la oposición, no perdamos de vista lo central: el apoyo a la gestión de Cristina que conduce inexorablemente a la profundización del proyecto nacional y popular. No caigamos en esas provocaciones pero tampoco en la ingenuidad de estar desatentos. Están dispuestos a todo: es la furia de la fiera herida que sabe que no puede escapar pero quiere, al menos, pegar algún zarpazo. Estamos transitando la lucha por el poder real, inédita en los últimos 60 años. No es momento de vacilaciones: sigamos avanzando, unidos, organizados, formados y movilizados. No hay consensos posibles entre dos proyectos antagónicos.

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Traidores y golpistas

En todo proceso de cambio que pretende modificar estructuras que fueron dominantes y excluyentes en toda nuestra historia, modificar la relación de fuerzas y darle acceso al pueblo a las instancias del poder para decidir su propio destino, es posible la infiltración de sujetos que intenten traicionar las aspiraciones del pueblo. La historia nos demuestra que es difícil evitarlo en una primera instancia. Pero la dinámica del propio proceso los desnuda y su poder de daño se minimiza. Ahora bien, para llegar a esa calificación de traidor hay que ser muy cuidadosos. No es traidor quien puede disentir eventual y puntualmente, tener interpretaciones distintas en el análisis y la ejecución de determinadas situaciones, en la medida que no afecte lo central del proyecto. Al contrario, creo que hay que estimular el debate político e ideológico como fuente de crecimiento y enriquecimiento del proyecto. El traidor apunta al corazón del desarrollo político, contradice con hechos la dirección del movimiento popular y su conducción y debe ser indefectiblemente neutralizado. Digo esto porque a veces se exagera dentro de nuestras propias filas y se califica así a compañeros que no lo son, aunque existan diferencias. Corremos el riesgo de encontramos recorriendo el mismo camino y potenciando a los verdaderos golpistas que tienen, como una de sus tácticas, descalificar compañeros con operaciones con gran presencia mediática con la pretensión de resquebrajar nustro frente interno. Por eso, seamos cuidadosos, estemos muy atentos con los taidores de adentro y los golpistas de afuera!

Frente Kumpas Capital

sábado, 9 de febrero de 2013

Días de ira

Por Luis Bruschtein

Si pasan más de dos meses sin elecciones o sin movilizaciones se instala la sensación de que el planeta está contra el Gobierno. Este gobierno debe ser el que más rápido y más veces ha perdido votos y asistencias en un imaginario de microambiente y después los ha vuelto a recuperar. Ha ganado elecciones desde el 2003, ha movilizado cientos de miles de personas numerosas veces pero, a los dos meses de hacerlo, los diarios opositores, los columnistas de esos diarios o esos medios ya están hablando en nombre de todos. Como los medios se apropian de todos, los opositores rápidamente empiezan a hablar en nombre del pueblo cuando protestan y se apropian de esa figura. Se crea de esa manera un cuadro que, además de no ser real, tampoco conforma un aporte democrático. Habría así una totalidad que detesta a este gobierno, a todos sus integrantes y a todos sus simpatizantes. Hay un “todos” quienes detestan a esos otros “todos” que ni siquiera suman. Hay una pantomima en el esfuerzo por totalizar y hay una voz totalitaria en una parte de la oposición que se engolosina con ese caramelo amargo que conlleva una semilla de intolerancia.
Como sucede con las ideas totalitarias, tienen poco sustento en la realidad. Se cansan de decir que representan a todos, o al pueblo en masa, y después pierden las elecciones o buscan excusas para explicar las convocatorias con cientos de miles de personas que realiza el Gobierno. Esa parte de la oposición, pero sobre todo los medios opositores, disemina una doctrina totalitaria, un sentido común que relaciona el “todos” nada más que con el conjunto que integran los que tienen su misma forma de pensar y no con el verdadero conjunto integrado por todos. Es una idea totalitaria que descarta a los otros cuando son mayoría.
Nadie representa a todos. El kirchnerismo tampoco. En todo caso, puede representar a una mayoría y a veces a una primera minoría. Pero en democracia, con eso se ganan elecciones y se gobierna. La imposibilidad –por ceguera o por conveniencia– de ese discurso totalitario granmediático de aceptar a esa mayoría que no piensa como ellos creen que debería hacerlo segrega un sustrato de violencia sobre el cual se apoyan todos sus argumentos.
El discurso de acusar de violento al kirchnerismo aparece también como un acto de prestidigitación. No ha habido ningún caso de periodista opositor o crítico agredido por hordas kirchneristas o efectivos policiales. No ha habido ni uno solo. Pero Joaquín Morales Solá fue al Congreso a denunciar que peligraba su vida y otros reconocidos periodistas lo acompañaron para hacer denuncias similares. Y las cosas han sido al revés: hubo periodistas golpeados por hordas, pero de caceroleros antikirchneristas y no una, sino varias veces. Por su parte, el Gobierno impulsó la erradicación de la figura del desacato por la cual eran juzgados muchos periodistas que criticaban a los gobiernos. Pero, insólitamente, el que sí persiguió judicialmente a periodistas fue el Grupo Clarín, que es el principal emisor de ese discurso cargado de violencia y para el que trabajan muchos de esos periodistas que estuvieron en el Congreso.
Los turistas que patotearon a la familia Kicillof cuando volvían de Punta del Este actuaron de la misma forma que muchos caceroleros, el mismo modus operandi que una banda de linchadores. Los linchadores están convencidos de que los justifica un fin justiciero o republicano. Los que lincharon negros o masacraron indios pensaban que defendían la pureza de la República. Y se sienten más justificados si además están convencidos de que lo hacen en nombre de todos.
La patoteada de ese grupo de turistas de alta gama generó una polémica sobre la violencia. Se está hablando de una violencia concreta, no genérica, y que ha sido antikirchnerista, como la de esos turistas o la de Miguel Del Sel con sus insultos. Y resulta que el análisis que hacen los grandes medios y algunos opositores concluye que los kirchneristas tienen la culpa por la violencia contra ellos. Se supone que un discurso violento del kirchnerismo tendría que ocasionar violencia contra los antikirchneristas. Pero el kirchnerismo sería tan estúpido que su discurso violento genera violencia contra sí mismo.
No ha habido hechos de violencia protagonizados por el kirchnerismo, pero se lo responsabiliza por una supuesta violencia verbal o metafórica. El argumento es que la soberbia del Gobierno genera violencia. O que el Gobierno no respeta a las minorías y no abre el diálogo.
Pero si se compara el gobierno nacional con el de la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, en cuatro años Mauricio Macri ha vetado más de cien leyes aprobadas por la Legislatura donde están representadas las minorías y ha actuado y se ha expresado en forma más represiva con las minorías que manifiestan en las calles. Si el gobierno nacional es soberbio o no respeta a las minorías, el gobierno porteño le saca varios cuerpos en esa performance y sin embargo no hay una relación directa con la violencia que despierta, no hay una violencia antimacrista.
En principio, parece una autojustificación buscar las causas de la violencia del antikirchnerismo en el propio kirchnerismo y lo más lógico sería hacerlo entre los que la promueven y la practican, en la falta de tolerancia de esas personas, en la poca calidad democrática que demuestran sus acciones. Si los violentos fueran kirchneristas, el problema sería del oficialismo, en contrapartida es un problema del antikirchnerismo que en sus movilizaciones haya mucha gente que se expresa con tanta violencia. La única forma de reclamar respeto es respetando, cosa que no sucede con los que patotearon a la familia Kicillof, con las expresiones de Miguel Del Sel ni con muchos de los que salen a cacerolear. El problema de la violencia está ahí y una actitud responsable de la oposición tendría que ir más allá del oportunismo de achacarle sus propias fallas al kirchnerismo.
Cuando se habla de violencia se confunden a propósito muchas cosas que no son iguales. No es lo mismo León Gieco que Miguel Del Sel. No es lo mismo decir que Macri no tiene propuestas que decirle “conchuda hija de puta” a la Presidenta. Y no es lo mismo la patoteada a la familia Kicillof que los “escraches” que hacían los HIJOS a represores de la dictadura. Las diferencias no son ni siquiera sutiles. Y si bien es censurable que a Nelson Castro no lo hayan querido atender en una confitería, ese agravio es minúsculo comparado con la cobardía de los turistas caceroleros de Punta del Este.
No deja de sorprender que, hace diez años, las movilizaciones del PJ generaban inquietud por los desbordes y desprolijidades. Ahora los que despiertan inquietud por posibles desbordes violentos y actitudes grotescas son esos sectores de las capas medias antiperonistas cuando salen a cacerolear.
Pero los artilugios mediáticos lo instalan al revés, como si la violencia física antikirchnerista tuviera su causa en una violencia kirchnerista metafórica o verbal. Pese a que ni siquiera se puede decir que desde el punto de vista físico haya violencia de ambos lados, sino solamente del antikirchnerismo, lo que se instala en un sector de la sociedad es todo lo contrario. En vez de condenar esos hechos de violencia, estos mismos artilugios les otorgan un carácter justiciero en representación de la sociedad. O sea: si Del Sel putea a la Presidenta, al hacerlo, lo hace en representación de todos. Si un grupito de turistas de Punta del Este patotea a la familia de un funcionario, se les otorga una representación del pueblo. Así, dos situaciones violentas, grotescas, de bajísima calidad ciudadana, son presentadas como emergentes de un supuesto malestar general. Y rápidamente empiezan a circular encuestas que dan por descontado que Cristina Kirchner perdería cualquier elección, lo que se parece más a una expresión de deseos.
El oficialismo tiene muchos flancos para ser criticado por derecha y por izquierda. Pero en los últimos tiempos, el tema de la violencia política, los desbordes y el resentimiento constituyen un problema de la oposición. Y sería un error generalizar esas actitudes más allá del grupo social que las protagoniza y que siempre fue muy antikirchnerista.

viernes, 8 de febrero de 2013

La inflación y el cepo al dólar




Hay inflación? Tiene relación con los controles sobre la venta de divisas?

En los medios sobran las opiniones más o menos autorizadas (¿interesadas?) que cuestionan la inflación como producto de la “emisión incontrolada” y del “excesivo gasto público”.
Paralelamente, hay sectores que especulan con el dólar paralelo o blue para forzar a que el gobierno modifique su política cambiaria y permita que la cotización oficial se acerque a la ilegal.

¿Por qué hay que administrar los dólares en poder del Banco Central? Básicamente por tres motivos, dos de índole claramente económica y uno de orden político.

Por un lado, hay que tener la disponibilidad de las divisas necesarias para afrontar compromisos de deuda. Una vez que se logró el canje y la correspondiente quita, la misma corriente política que logró poner en caja una deuda ilegítima, contraída por la dictadura del Proceso y profundizada durante el gobierno de Menem y su famoso 1 a 1, no puede darse el lujo de un nuevo default. Hay que cumplir los compromisos.

Por otro lado, es necesario contar con divisas para costear las importaciones, independientemente de las coyunturas en cuanto a su disponibilidad: en qué momentos se producen las exportaciones, y la correspondiente liquidación de divisas por parte de los exportadores. La balanza comercial global durante 2012 fue superavitaria (http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-212500-2013-01-24.html) pero la crisis internacional puede provocar que durante 2013 los montos exportados disminuyan, ya sea por volumen o por precio.

Por último, el nivel de reservas tiene un impacto en las expectativas, tanto externas como internas: para mantener algún grado de confianza en los acreedores externos como en las expectativas de inversión de los operadores internos.

Mucho se dijo también acerca del estricto control que ejerció el gobierno sobre las importaciones. Probablemente, en algunos contados rubros debe haber habido faltantes momentáneos, pero en conjunto, si se examinan las importaciones correspondientes a las cincuenta posiciones arancelarias (grupos de productos o servicios) más importantes (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-6581-2013-02-07.html) se puede ver que predominan (en millones de dólares)
  • Combustibles y energía: 7582
  • Partes para automotores: 4146
  • Automóviles completos: 4016
  • Partes, mat. primas e insumos para la industria: 2813
  • Partes para celulares: 1438
  • Insumos y químico para el agro: 913
  • Camiones: 868
  • Aviones: 667
  • Medicamentos: 581
  • Tractores: 325
Como se ve, lo único que puede calificarse como suntuario, son los 4016 millones en autos terminados; pero esta erogación es vital en la relación con nuestro principal socio del Mercosur. Es de creer que solamente una fracción pequeña es extrazona.
Todos los demás rubros son imprescindibles para mantener la matriz energética, o la operatividad de la industria.

Por eso el extremo celo en mantener el stock de reservas. Por lo que hubo que cerrar la sangría de la libre compra de divisas para atesoramiento, que además de restar capacidad al Banco Central para solventar necesidades fundamentales, resulta en una salida neta de recursos: todo peso invertido en dólares es una fuga de capital, es riqueza que que no se gasta o invierte en el país.

Desde luego, hay una alternativa: tomar deuda. Pero una gran parte de esa deuda sería apropiada privadamente, a través del atesoramiento directo, o de las utilidades (nuevamente atesoradas) que se generan al volcarse esos fondos al circuito productivo, comercial y sobre todo financiero. Pero el peso del pago, como bien sabemos, recae en toda la sociedad.

Para los economistas neoliberales la inflación es producto, primordialmente, de una emisión monetaria que no guarda relación con las reservas y/o bien de su causa (según ellos mismos) más directa: el gasto estatal.

Hay un hecho cierto: ante una mayor capacidad adquisitiva de la población, en la puja intersectorial por apropiarse de ese nuevo excedente, cada actor sube sus precios (o táctica equivalente, la cuestión es maximizar ingreso y utilidad simultáneamente).
Además, la puja se da sobre todo en lo que desde la economía clásica se llaman los “bienes salario”, aquellos productos que consume la mayoría de la población.
Estamos hablando de capitales concentrados, tanto en una parte de la producción y comercialización primaria, como en la industrialización y luego en la comercialización minorista. Y la “canasta” de bienes salario está formada principalmente por alimentos y bebidas, con algún componente de indumentaria, equipamiento hogareño, esparcimiento, etc. Pero con un gran énfasis en el primero.

En la medida en que desde el estado se incrementa la asistencia a los más marginados y desde las políticas de empleo y estímulo a la producción industrial aumenta la ocupación, hay un incremento de la demanda. Y con fuerte énfasis en los “bienes salario” mencionados antes.
Hay también un incremento secundario de la demanda, orientado hacia bienes más suntuarios o durables: autos, alimentos, bebidas, indumentaria o esparcimiento más exclusivos, apoyado en una gama de pequeños o medianos comerciantes e industriales, profesionales, y toda la gama de prestadores de servicios que se suman a la competencia por la apropiación del excedente social. En general, estos actores están enrolados en lo que vagamente llamamos “clase media”.
Por la concentración de la comercialización minorista, los productos que conforman la compra de estos sectores medios también están bajo la férula de las grandes cadenas.

Es decir que una importante franja de población está sujeta a comprobar el fenómeno inflacionario. No vamos a discutir aquí quién más y quien menos, porque de todos modos las “canastas” que usó o usa el INDEC son necesariamente inexactas: en un mundo con una enorme diversificación del consumo, con un bombardeo propagandístico inusitado, los patrones de consumo pierden fronteras respecto de estratos sociales.

De lo que no cabe duda es que la inflación (cualquiera sea su “indice”) no obedece a las “causas neoliberales”; es producto del aumento del empleo y de la inclusión.

¿Qué relación hay entre el cepo cambiario y la escalada de precios?

Nosotros encontramos una: una parte importante de los grupos concentrados que hacen su negocio alrededor de los bienes salario tienen importante participación de capital trasnacional. O bien, sencillamente, están acostumbrados desde hace años a fugar utilidades, bajo un estricto esquema de dolarización aunque sea nominal de sus contabilidades.

Las dificultades que impuso el gobierno para la remisión de utilidades (otro de los segmentos importantes del mercado cambiario) justamente para defender reservas, hace que junto con la pelea por la participación en el mercado vía precios (ya que las cantidades que vende cada quien son más o menos inelásticas en el mediano plazo) se busque poder convertir tales utilidades en divisas sin mayor inconveniente ni obligaciones.

Para eso, se requiere torcerle el brazo al gobierno, hacer que “admita” que el tipo de cambio oficial no representa la productividad de la Argentina en relación con los otros países (1) y que es necesario adecuarlo a “las expectativas”... de los mismos interesados o sus intelectuales orgánicos.

El cepo, tanto en su versión de limitación a la compra irrestricta de divisas por particulares sin explicar el motivo y con prescindencia de su situación fiscal, como en su aspecto de “restricción a la libertad” es un gran aliciente para que el dólar ilegal alcance casi cualquier precio. Es arbitrario, solamente depende de unos pocos vendedores y compradores.

Ya se ven recomendaciones relativas a demorar las ventas de la cosecha, para intentar esperar la gran devaluación. También, claro, editoriales serios cuestionando la presión impositiva y recomendando achicar el gasto.

Todo esto está íntimamente relacionado. No es fácil divulgarlo.


Frente Kumpas Capital


  1. Una de las interpretaciones menos liberales del tipo de cambio, es en tanto medida de la productividad. ¿Tenés mucha? Tu moneda se cotiza bien. ¿No? No se cotiza tanto. Ahora, ¿contra qué país/es? Si mi país comercia con potencias algo atrasadas y muy adelantadas... ¿cuál es la media que debe tomar?