Por Horacio Verbitsky en Página/12
Al hablar de los jubilados rindió homenaje a una mujer de 95 años que, según dijo, sólo cobraba 1800 pesos mensuales, más la pensión de su esposo. La señora vive en una casa construida con un crédito del Banco Hipotecario Nacional y tiene la suerte de que sus tres hijos puedan ayudarla, dijo el camionero. Recién al terminar el párrafo aclaró que se refería a su mamá. La propaganda oficial nunca logró una mejor descripción de los logros gubernativos, con la actualización bianual de jubilaciones y pensiones por encima de la inflación y con una situación laboral en la que los hombres tienen buenos trabajos y pueden darles algunos gustos a sus madres viudas. Sólo el extravío del sentido de la realidad puede presentar este feliz caso como un ejemplo dramático. Lo mismo vale para sus ironías sobre el compromiso de CFK con los derechos humanos a la misma hora en que la Justicia condenaba a prisión perpetua al ex ministro Jaime Lamont Smart, el primer civil sentenciado por crímenes de lesa humanidad, como muy bien destacó el portal de La Nación.
¿Qué habrá pensado al oírlo Pablo Micheli, que participó en algunos de los centenares de rondas frente al Congreso durante la década en que las jubilaciones estuvieron congeladas y que culminó con la reducción de un 13 por ciento de su valor nominal, junto con el de los sueldos estatales? Antes de Moyano, el dirigente que está perdiendo el control de ATE (ya fue derrotado en las seccionales del Litoral y el plenario de delegados de Capital se rehusó a seguir su inconsulta convocatoria sin practicar la democracia sindical que pregona) anunció próximos paros y movilizaciones. Si cumple su promesa, no hará más que fortalecer a un gobierno que, por contraste, sabe qué intereses populares defiende y hacia dónde se propone seguir avanzando.
El
acto de ayer en Plaza de Mayo fue uno de los episodios más extravagantes
que la política argentina ha producido en años, lo cual no es poco
decir. La mezcla de opuestos que participaron hubiera requerido un acto
de ilusionismo antes que una conducción política para simular alguna
congruencia. Conciliar en un todo coherente a los trabajadores de
servicios mejor pagos del país, como petroleros y camioneros, con los
estatales que padecen un retraso de sus remuneraciones; a las
dirigencias patronales de rentistas agropecuarios que alquilan sus
campos en dólares con los trabajadores precarios que los maoístas de la
CCC organizan en los barrios; a los elegantes caceroleros que consideran
un atentado a la libertad la restricción para atesorar divisas en el
exterior con las diversas banderías de la paleoizquierda que reclaman la
estatización del comercio exterior y la banca; al filósofo de la
cleptocracia Luis Barrionuevo con el cineasta de la resistencia Fernando
Solanas; al vicepresidente de YPF, Guillermo Pereyra, con los ideólogos
de la revolución permanente solo en la universidad; al epítome de la
derecha duhaldista Jerónimo Venegas con la enfermera trotskista Vilma
Ripoll; al oportunismo profesional de los libres del sur con el
principismo republicano de Ricardo Alfonsín, mezclar tanto aceite y
tanto vinagre en una ensalada completa es una tarea que excede las
posibilidades de Hugo Moyano. No basta con citar a Perón, que ni él
podía tanto.
Pero hubo cumbres del grotesco, comenzando por la elección de la
fecha, en la que la dirigencia radical sólo debería hacer acto de
contrición y decidirse de una vez a pedir perdón por la masacre con que
se despidió su último gobierno, hace once años, con cinco muertos en la
Capital y otros treinta en el resto del país, en aplicación de un estado
de sitio ilegal que nunca declaró el Congreso. Y siguiendo por el
discurso de Moyano, con reivindicación sindical de derechos laborales
pero propuesta político partidaria y electoral, en la que es imposible
que coincida la forzada amalgama a la que recurrió para que no pudiera
medirse hasta qué punto ha menguado su poder de convocatoria.Al hablar de los jubilados rindió homenaje a una mujer de 95 años que, según dijo, sólo cobraba 1800 pesos mensuales, más la pensión de su esposo. La señora vive en una casa construida con un crédito del Banco Hipotecario Nacional y tiene la suerte de que sus tres hijos puedan ayudarla, dijo el camionero. Recién al terminar el párrafo aclaró que se refería a su mamá. La propaganda oficial nunca logró una mejor descripción de los logros gubernativos, con la actualización bianual de jubilaciones y pensiones por encima de la inflación y con una situación laboral en la que los hombres tienen buenos trabajos y pueden darles algunos gustos a sus madres viudas. Sólo el extravío del sentido de la realidad puede presentar este feliz caso como un ejemplo dramático. Lo mismo vale para sus ironías sobre el compromiso de CFK con los derechos humanos a la misma hora en que la Justicia condenaba a prisión perpetua al ex ministro Jaime Lamont Smart, el primer civil sentenciado por crímenes de lesa humanidad, como muy bien destacó el portal de La Nación.
¿Qué habrá pensado al oírlo Pablo Micheli, que participó en algunos de los centenares de rondas frente al Congreso durante la década en que las jubilaciones estuvieron congeladas y que culminó con la reducción de un 13 por ciento de su valor nominal, junto con el de los sueldos estatales? Antes de Moyano, el dirigente que está perdiendo el control de ATE (ya fue derrotado en las seccionales del Litoral y el plenario de delegados de Capital se rehusó a seguir su inconsulta convocatoria sin practicar la democracia sindical que pregona) anunció próximos paros y movilizaciones. Si cumple su promesa, no hará más que fortalecer a un gobierno que, por contraste, sabe qué intereses populares defiende y hacia dónde se propone seguir avanzando.
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