LA
CONTRAOFENSIVA MONOPOLICA CONTRA LA LEY DE MEDIOS
Spot a spot, golpe a golpe
Spot a spot, golpe a golpe
Por Mario
Wainfeld
El Gobierno dio
a conocer lo que piensa hacer el 7 de diciembre, si
el multimedios Clarín no adecua su patrimonio a lo que dispone la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual(LdSCA). Lo divulgó
mediante un spot
publicitario.
Martín
Sabbatella guarda
prudente silencio hasta que venza el período de impugnaciones a la
propuesta de designarlo al frente de la Autoridad Federal de
Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca).
Clarín replicó
mediante otro
spot y
una menuda
claque de políticos y periodistas le hizo eco. Las
acusaciones de “dictadura” estuvieron en el orden del día.
Contra
lo que reza el discurso hegemónico, la conducta del oficialismo nada
tiene de antidemocrática. Coloca
en la vidriera al aspirante al cargo, como no lo hizo ninguna
administración anterior desde 1983.
Y
anticipa cuál será su accionar, lo que incluye
una interpretación del fallo de la Corte Suprema que puso fecha
límite a la medida cautelar interpuesta por Clarín. Exponer
ante la opinión pública sus criterios y fundamentos puede ser
discutible (todo lo es) pero tiene el valor de la visibilidad y la
argumentación.
Por
añadidura, la
interpretación sobre el fallo de la Corte es razonable, a ojos del
cronista la correcta.El
texto de la sentencia deja pocos márgenes para una lectura
diferente.
El
blog Saber
Derecho del
joven jurista Gustavo
Arballo desmenuza
el texto de la sentencia y llega a la misma conclusión.
Arballo remarca
un párrafo fundamental de la decisión de la Corte, el que
establece:
“En
consecuencia, a partir del 7 de diciembre de 2012 vence la suspensión
del art. 161 de la ley 26.522 y se aplica a la actora. De ahí que,
estando su plazo para adecuarse a las disposiciones de la ley,
vencido el 28 de diciembre de 2011, sea plenamente aplicable a la
actora con todos sus efectos a partir de la fecha indicada”.
Remarcamos
con el blogger: el
plazo para adecuarse venció hace cerca de un año. La
ley es “plenamente aplicable” a Clarín. No se podría afirmar
eso si el Multimedios estuviera dispensado de la cláusula
antimonopólica.
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La
medida cautelar que tocará a su fin fue interpuesta en paralelo con
un juicio por inconstitucionalidad de la LdSCA. Se
pidió “no innovar” para que se pudiera llegar a una sentencia,
en un plazo razonable. El
pleito principal no avanzó tanto, según explicitó la Corte, en
buena medida por la mala praxis de los abogados de Clarín. Nadie
puede alegar su propia torpeza en el Foro, menos beneficiarse por
ella.
Las cautelares se
pueden dictar (éste fue el caso) sin notificación a la otra parte y
sin producir prueba.
Son, por ésa y otras causas, de
interpretación restrictiva: en
caso de duda sobre sus efectos, debe elegirse el criterio que los
aminore.
Lo
que pretende Clarín, justo
al revés de lo que proclama su discurso, es que esa cautelar lo
coloque en situación de privilegio con relación a otros grupos
mediáticos que también deberán adecuar su patrimonio a la
normativa vigente. Esa ventaja es exorbitante, no tiene nada que ver
con lo que se pidió.
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Aceptemos,
al solo efecto de discurrir, que la cuestión del plazo sea polémica.
Aún en esa hipótesis (insostenible) el
Estado obra adecuadamente al anticipar su punto de vista y lo que
serán sus próximos pasos.
“Todos
los constitucionalistas” acuerdan
con el criterio de Clarín,
según se lee en las páginas de su principal diario. Este cronista
asume sus limitaciones: no lleva la cuenta de la cantidad de
constitucionalistas que se formaron y enseñan en las universidades
argentinas.
Sí
puede asegurar que son más que los siete que opinan en Clarín y
medios aliados, por los que rotan en un verdadero road show. Tres
de ellos son abogados de la Corporación mediática,
lo que no
los priva de derecho a pronunciarse,
pero sí
debería inducirlos a dejar constancia de ese detalle, que lastima su
pretendida imparcialidad.
La falta
de referentes culturales, sociales y del mundo
mediáticos que acompañen
la furia del Multimedios es notoria.
Se
grita mucho, pero pocas voces claman. La asimetría se
intenta compensar con el esfuerzo del ex
secretario de Cultura menemista Julio
Bárbaro, quien corre
de un canal de cable a otro,
como el “cinco” de un equipo cuyo mediocampo no marca a
nadie. Las
credenciales de Bárbaro son relativas, su narrativa minimiza la
existencia de la ley o la niega. Es
lícito criticar una norma dictada por el Congreso, no lo es hacer
caso omiso de su vigencia.
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Se
desconoce cuál será la táctica judicial del Multimedios. Su
respuesta política es crispar su mensaje a niveles jamás conocidos.
En ese devenir, se
tergiversan noticias o se inventan, llanamente. Aislar
frases de contexto deviene una costumbre cotidiana. El sonido se
eleva, la furia es el tono cotidiano.
Frente
a ese desafío, el cronista entiende que el mejor camino para el
Gobierno es perseverar en la legalidad, que lo ampara, sin renegar de
la firmeza.
La
provocación del antagonista busca llevarlo a su propio terreno, el
de la agresión y la prepotencia.El
territorio más fértil para el Gobierno lo integran la ley, la
sentencia de la Corte, su decisionismo. Sabbatella,
un dirigente
de sobradas credenciales democráticas, capacita
para moverse en ese marco y también para implicarse en el debate
público.
La
gran pelea que disputó el boxeador Maravilla
Martínez hace
pocas semanas propicia una imagen. El
Gobierno domina el ring, gana sobradamente por puntos, el final se
acerca. No
debe bajar la guardia ni subestimar a su adversario, ni menos dejar
de seguir peleando.
Pero
debe precaverse de caer en la tentación que casi le cuesta horrores
a Maravilla: entrar en el desesperado juego del rival, entreverarse
en un intercambio desesperado de golpes que es querido por el “otro”.
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