Por Juan Godoy
“América Latina/Tiene que ir de la mano/Por un sendero distinto/Por un camino más claro/Sus
hijos ya no podremos/Olvidar nuestro pasado/Tenemos muchas heridas/Los latinoamericanos”
Venas Abiertas. Por M. Schajris – L. Sujatovich
Pasada la primera década del siglo XXI, años que resultan auspiciosos para el
conjunto de países que conforman la gran nación latinoamericana inconclusa,
consideramos que la figura de uno de los más importantes pensadores nacionales del
siglo XX, a saber: Hernández Arregui se encuentra en lenta pero constante re-
valorización, en consonancia con los cambios que se vienen dando en nuestro
continente. La re-edición de sus obras por más de una editorial puede considerarse parte
de este proceso. Resaltamos que las obras habían sido re-editadas también en los
primeros años de los 70’s, época de convulsiones, de esperanzas de cambios, y de
sueños de Patria Grande. Arregui parece volver con los procesos transformadores de la
realidad nacional. No sesgamos aquí la valorización de la obra que realizaran (y algunos
continúan realizándolo) pensadores como Jorge Abelardo Ramos, Carlos Piñeiro
Iñíguez, Norberto Galasso, etc. Pero las mismas no dejaban de ser, lamentablemente,
voces marginales dentro de la superestructura cultural de colonización pedagógica.
Estas hoy, vuelven a escucharse y a iluminar la figura de Don Juan José con más fuerza.
La dificultad de explicar nuestros procesos emancipadores latinoamericanos con
teorías importadas, ajenas a nuestra realidad nacional puede ser una de las razones que
podemos encontrar en esta “vuelta” al pensamiento nacional y a la figura de Hernández
Arregui. El pueblo en lucha hoy, se pregunta por el pasado, busca entonces en las
producciones que le permita dar cuenta del mismo, entender el presente, para proyectase
hacia el futuro. En esta búsqueda, indefectiblemente se cruza con la cultura nacional.
En esa línea, procuraremos en el presente indagar acerca de las conceptualizaciones de
Hernández Arregui de la cultura nacional, y el lugar preeminente que le otorga al
rescate de la misma para los procesos de liberación nacional.
Comencemos nuestro recorrido considerando cómo considera el autor de
“Peronismo y socialismo” a la cultura, así podemos observar que este la define como
“el conjunto de bienes materiales y simbólicos que conforman la identidad de un
grupo social. Dichos bienes materiales y simbólicos se organizan como valores
colectivos que son transmitidos por intermedio del lenguaje y se expresan como
conciencia a partir del cual el hombre actúa e interpela el medio”1. La cultura
entonces, siguiendo al autor, como una categoría eminentemente política.
En la concepción de Hernández Arregui hay una revalorización de la cultura
nacional, que es la cultura popular. Lo nacional y lo popular en nuestro autor no son escindibles si se pretende avanzar en la liberación nacional, por eso establece que “toda cultura se inspira en el pueblo y en su ámbito geográfico y espiritual. Invertir el proceso genético, como lo ha hecho (…) la intelectualidad más visible de Buenos Aires, es adulterar el país”. La cuestión nacional y la cuestión social encuentran entonces una unidad, no hay una sin la otra. Hay entonces una crítica a la “cultura dominante”, a la superestructura cultural que se impone mediante el aparato de colonización pedagógica.
La cultura nacional aparece en la pluma de Hernández Arregui como “base
espiritual del país, es sin que se anulen en su seno las oposiciones de clase,
participación común en la misma lengua, en los usos y costumbres, organización
económica, territorio, clima, composición étnica, vestidos, utensilios, sistemas
artísticos, tradiciones arraigadas en el tiempo y repetidas por las generaciones; bailes, representaciones folklóricas primordiales, etc. (…) una cultura nacional es aceptación común de esas creaciones populares”3, son creaciones colectivas, geminadas en un paisaje y en la asociación de símbolos históricos que dan forma a características espirituales de la comunidad entera. La cultura es creación, resistencia y asimilación.
La cultura nacional-popular, al consolidarse en una perspectiva histórica, se convierte en conciencia nacional, que sirve al pueblo para oponerse al vasallaje y la expoliación.
Así opone en toda su obra dos tendencias la identidad nacional, como identidad
del pueblo argentino y latinoamericano, contra la identidad de las clases dominantes, la oligarquía, ligada a las potencias imperiales. Hay una puja constante entre estos dos, pues las clases dominantes tiene una posición privilegiada, en tanto posee los medios para esparcir por todo el tejido social su visión de nuestro pasado nacional, de nuestras luchas, del lugar de nuestro país en el mundo, etc. El imperialismo cumple aquí el papel de disolvente de las culturas autóctonas.
Hernández Arregui va a desarrollar la noción de conciencia nacional, que es la
lucha del pueblo argentino por su liberación,4 aquí lo nacional entendido como popular.
Entonces, la conciencia nacional s relaciona estrechamente con la valorización de la
cultura nacional, pues sabemos que el rescate de esta última es parte de la lucha del pueblo contra la oligarquía y los agentes imperiales.
El autor de “Imperialismo y cultura” considera que con la disolución del imperio
español, y la aparición fuerte de la cultura francesa y británica en la cultura argentina
(posteriormente también con la yanqui), nuestras clases dominantes se distancian y
diferencian cada vez más de los sectores populares, que se encuentran anclados a
nuestro suelo, forjando así, en su interacción, la cultura nacional. Son estos sectores populares entonces los constructores de la cultura nacional. No se trata aquí de un rescate que podríamos considerar reaccionario, más bien es la búsqueda de puntales donde se asienta la cultura propia, que nos otorga rasgos distintivos como comunidad autónoma. Los procesos emancipadores no deben negar el pasado, ni la cultura nacional, sino que deben nutrirse de los mismos. De ahí la importancia también otorgada por Arregui al revisionismo histórico, a la revisión de nuestro pasado nacional en clave nacional, desde las masas populares.
En la concepción del autor de “¿Qué es el ser nacional?”, la realidad nacional
tiene que ser abordada desde una perspectiva eminentemente nacional y
latinoamericana, “mirar la realidad con nuestros propios ojos” y en base a nuestros
propios intereses. Dejar de lado la veneración por lo ajeno, y hacernos cargo de nuestro propio legado histórico, por esto puntualiza que “el error de las capas intelectuales ajenadas a Europa es pensar la realidad colonial a través de sistemas de pensamiento germinados en otros ámbitos históricos (…) adecuar sin crítica métodos y filosofías europeos a la situación colonial, es carencia de sentido histórico”.5 No se trata de desdeñar todo pensamiento no realizado dentro de la geografía latinoamericana, sino incorporar concepciones realizadas en cualquier lugar y tiempo, pero no acríticamente, sino “tamizándolas” con nuestra propia realidad, e incorporándolas de acuerdo a nuestras necesidades.
La cultura nacional actúa en la concepción de Hernández Arregui como una
herramienta de defensa de los pueblos. El imperialismo conjuntamente con la
oligarquía apuntó a “reforzar la conciencia falsa de lo propio y desarmar las fuerzas
espirituales defensivas que luchan por la liberación nacional en los países
dependientes”6
Hernández Arregui participa del grupo CONDOR (Centros organizados
Nacionales de Orientación Revolucionaria), donde participan Ortega Peña, Luis
Duhalde, Ricardo Carpani, entre otros. Este grupo aparecido en el año 1964, hace a
mediados de dicho año un acto en conmemoración de Felipe Varela y la Unión
Latinoamericana, colgando sobre un monumento a Bartolomé Mitre ubicado en Plaza
Francia un retrato de Felipe Varela7. El representante de la Argentina oligárquica
extranjerizante, semi-colonial, pro-británica; contra el caudillo popular, representante
del interior, de las tradiciones populares, latinoamericanista. Dan a conocer ese día un
manifiesto redactado por Hernández Arregui que establece en el plano de la cultura que
el grupo CONDOR “enjuicia en todos los terrenos la cultura colonial… Postula no
solo la crítica al colonato mental, sino la urgencia de reencontrar las raíces y fundar
las premisas de una cultura nacional como muralla defensiva contra la penetración
extranjera”.8 Un elemento definitorio de la cultura entonces es la voluntad defensiva
contra lo extranjero.
La cuestión de la cultura nacional es vinculada por Hernández Arregui en su
diferenciación de los nacionalismos de los países centrales, desarrollados, opresores,
imperialistas el cual es caracterizado como reaccionario; y el nacionalismo de los países
del tercer mundo, sub-desarrollados, oprimidos, coloniales o semi-coloniales el cual es
caracterizado (si es dirigido y/o apunta al pueblo) como popular y revolucionario9. Este
último, en su defensa de la soberanía contra el avance imperial, defiende al mismo
tiempo la cultura nacional, las características propias como pueblo.
Al mismo tiempo, considera nuestro autor que la estructura económica crea
formas de alienación cultural. Del desconocimiento del sometimiento económico
surgen concepciones que niegan el sustrato profundo. Es la visión deformada de la
oligarquía porteña, de la ciudad-puerto que verá en la industrialización, en los sectores
obreros que esta trae aparejada un riesgo que amenaza sus intereses, “esta intelligentzia
(…) por la doble gravitación de la oligarquía y el imperialismo, no cree en lo
nacional”10
En esta búsqueda del imperialismo de reforzar la conciencia falsa y eliminar las
posibilidades de defensa, es de suma importancia la superestructura cultural que apunta
al sometimiento. El autor de “Nacionalismo y liberación” va a otorgarle gran
importancia a las manifestaciones culturales desde la literatura hasta el arte. Con
respecto a la primera va a rescatar a los escritores que le den visibilidad a los hombres
del país, a los sectores populares, a personajes característicos de nuestro suelo. En
relación al arte, Arregui rescatará a artistas como Juan Manuel Sánchez, Pascual Di
Bianco, y sobre todo a Ricardo Carpani.
Este último, ilustra las tapas de algunos libros de Arregui por su expreso pedido.
Éste prologará un libro del muralista argentino, llamado “la política en el arte”. Le
interesa de la obra de Carpani que da lugar a los sectores populares, a los luchadores
sociales, pone el arte al servicio de las masas, del caballete pasa a las calles, con
murales, afiches, etc. “un arte nacional no significa cerrazón frente a Europa, sino en
la medida en que lo extranjero penetra y disuelve, a través de la colonización mental de
la clase dirigente, el patrimonio intransferible y colectivo de la propia cultura nacional.
Cultura es resistencia, pero también asimilación (…) el arte no escapa a la política”.11
Considera asimismo que los artistas, su obra, no depende de un público “popular”, de
las masas de trabajadores y desocupados, lo cual hace que de difícil la supervivencia de
parte de los artistas disonantes de la superestructura cultural, al mismo tiempo que
moldea sus estilos artísticos. El arte nacional debe vincularse a la realidad
latinoamericana, a las masas populares, en su sentir y en sus tradiciones culturales
asociadas a la lucha.
Hernández Arregui va a hacer una fuerte crítica a los sectores medios
colonizados pedagógicamente, que en lugar de acercarse a los sectores populares, y por
miedo a éstos, termina siendo cómplice de la estructura semi-colonial, “la clase media,
convencida de su independencia, justamente porque carece de ella, se cree depositaria
de valores universales, sin comprender que detrás de ellos están los intereses
particulares de la burguesía. El pequeño burgués (…) piensa siempre en términos
absolutos (…) su minúscula situación social le hace perorar con frases de gigante”.12
Los sectores medios, más permeables al sistema de valores de las clases dominantes.
Observa sus intereses particulares como universales.
Estos sectores medios que Hernández Arregui caracteriza como “clase media…
media revolucionaria… media intelectual… media nacional…. Por ello participa, cree
y descree, se asume y no se asume, es peronista y critica al peronismo, es socialista y le
asustan los obreros”.13 Fruto de estas características particulares, desdeñan lo nacional,
lo popular, por seguir la “última moda extranjera” (europea o norteamericana). Como
resultado tampoco será original, sino que aparenta, imita, pues “la posibilidad de
adquirir una cultura superior, robustece esta tendencia a trasvasar la propia posición
de clase en una actitud mental que acentúa su separación del pueblo, es decir, de sus
cercanos orígenes. En esta dualidad se funda ese amaneramiento ceremonioso (…) y
que consiste en la parodia de otros estilos de vida y en la manía del filisteo de concurrir
a exposiciones, conferencias, etc., en busca de distinción".14
Para ir terminando, resaltamos que cuando hablamos de nacionalismo y de
cultura nacional en Hernández Arregui, estamos pensando en no ceñirnos a las fronteras
nacionales, sino que se relaciona con el restablecimiento de una totalidad más amplia, se
relaciona con la cuestión de la unidad latinoamericana. Esta unidad que no se basa
solamente en la cuestión geográfica, sino que también se relaciona con lo espiritual.
Piñeiro Iñiguez considera que “aunque parezca paradójico, la cultura aparece antes y
después de la nación, como su fermento y como su derivado”15. La búsqueda de la
cultura, la unidad se observa en el sistema homogéneo de símbolos artísticos,
idiomáticos, religiosos, míticos, étnicos que le dan coherencia cultural, “el gradual
crecimiento de nuestra conciencia cultural, fluctuante entre estas tensiones del espíritu,
nos conducirá a sentirnos no extraños a Europa, pero en lo esencial, no europeos”16.
A modo de cierre consideramos que en los países coloniales o semi-coloniales,
la valoración y la defensa de la cultura nacional-latinoamericana, forjada por el pueblo
en lucha por la liberación nacional, por la conformación de una conciencia nacional, es
de suma importancia para enfrentarse al imperialismo y a sus aliados internos.
Enfrentarse entonces también a partir de la generación de herramientas propias para la
defensa y el avance en la construcción de un proyecto de nación disonante de las
naciones opresoras.
El camino emprendido por los pueblos en esta segunda década del nuevo siglo,
no deja lugar a dudas que para alcanzar la segunda y definitiva independencia, los
pueblos, las naciones que todavía encuentran una cuestión nacional irresuelta, que no
están plenamente desarrollados, no encontrando así independencia plena, no pueden
perderse en la imitación, en modas, en falsas posturas, o en sueños ajenos, sino que la
senda, bajo la concepción de Hernández Arregui, la senda está en resistir, crear los
propios caminos en relación estrecha con el conocimiento de la propia historia.
* El autor es Licenciado en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA) y
Profesor de sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA)
Juanestebangodoy@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario